viernes, 24 de agosto de 2007

El Asalto al Estado Nacional

Orlando Núñez Soto

Después de la implosión de los estados socialistas en 1989, los organismos financieros occidentales desencadenaron una ofensiva para desmantelar los estados nacionales del tercer mundo en general y de América Latina en particular. Se trataba de privatizar la función pública y desnacionalizar la economía.
La primera orden fue privatizar el Estado
La estrategia consistió en privatizar las empresas públicas, incluyendo los servicios básicos, entre ellos la energía, la educación, la salud, el agua, el transporte, las carreteras, el seguro social, la legislación y cualquier otro desempeño institucional de la cosa pública. La estrategia fue muy sencilla. Primero había que abandonar presupuestariamente todos esos servicios y dejarlos que se deterioraran, después, una vez que se había convencido a la población de que todo lo público era sinónimo de desastre, vinieron las corporaciones transnacionales y compraron a precio de guate mojado doscientos años de esfuerzos sociales.
Privatización, corrupción y desnacionalización de la economía
La compra de las empresas públicas se acompañó de la corrupción de los funcionarios gubernamentales y de los magnates de las corporaciones a través de coimas millonarias.
Inmediatamente la corrupción gubernamental fue denunciada por los organismos internacionales, aunque cuidándose mucho de no involucrar en la crítica a las propias empresas transnacionales, particularmente europeas y norteamericanas.
Cada escándalo de la corrupción gubernamental servía para legitimar la privatización de quienes podían comprar los monopolios estatales y convertirlos en monopolios privados y extranjeros. Con el triunfo de las corporaciones la vieja economía nacional pasaba al museo de la historia.
Las corporaciones transnacionales tuvieron todas las facilidades para comprar las empresas y para operar al interior de la nación neocolonizada. Una serie de leyes y tratados completaron el nuevo saqueo, entre ellos el levantamiento de las barreras arancelarias que años atrás habían defendido al capital nacional frente a la competencia del capital extranjero, el torpedeo a la conquistas sociales laborales, y el levantamiento a las viejas censuras que la sociedad le imponía al capital extranjero: censuras arancelarias, censuras medioambientales, censuras morales, censuras impositivas, censuras legales en general, etc.
La privatización del Estado facilitó la privatización de las empresas privadas más rentables. Después se comenzó a destruir la producción nacional, incluyendo la pequeña producción. El colmo de la privatización fue la privatización del comercio interior, pues se decidió convertir a nuestros países en una gran pulpería donde se venderían-distribuirían los bienes y servicios llegados de la metrópolis.
Burguesía nacional-liberalismo versus corporaciones-neoliberalismo
A medida que las corporaciones ocupaban el mercado nacional, los empresarios locales comenzaron a quebrar y a caer como moscas frente a la nueva competencia neocolonial. La mayoría de los medianos y grandes capitales nacionales sucumbieron ante la ofensiva del mercado mundial, una minoría de ellos se reciclaron y lograron ingresar al concierto regional del capital transnacional. La burguesía empresarial, en tanto que burguesía nacional, fue desplazada por la burguesía transnacional; el liberalismo, en tanto que doctrina del capitalismo nacional, fue desplazada por el neoliberalismo.
El debilitamiento del capital nacional y la hegemonía del capital extranjero generó una gran crisis en la doctrina liberal. El neoliberalismo aparecía así como el triunfo del mercado contra lo que había sido el Estado-Nación. La economía de mercado alcanzaba su mayoría de edad y se encarnaba en una sociedad de mercado. Los nuevos partidos neoliberales, fueron puestos en manos de las viejas oligarquías conservadoras, quienes se propusieron, con apoyo del imperio, desplazar a los partidos liberales de antaño y a cualquier otro incómodo partido político, a medida que la soberanía nacional se asfixiaba dentro de la globalización del capital transnacional.
Simultáneamente a la privatización del Estado y en nombre de nuevos y necesarios movimientos sociales comenzó una campaña para destruir a los partidos políticos, en tanto que protoestados que podrían revertir o renacionalizar las funciones comunes de la nación.
Todo aquello parecía tener una intención muy progresista y hasta de izquierda, pues existía mucha corrupción en los partidos de gobierno; posteriormente la cooperación dejó de apoyar cualquier cosa que perturbara la gobernabilidad o gobernanza del nuevo régimen social, económico, político y cultural, sobre todo en el caso de algunos movimientos sociales que comenzaron a denunciar el nuevo orden neoliberal. Por otro lado, los movimientos sociales se dieron cuenta que sin un partido político su beligerancia no pasaría de significare más que un veto contra el gobierno o régimen de turno, sin posibilidad de llevar a cabo el cambio que demandaban sus reivindicaciones.
Intervención de las instituciones públicas
Durante el proceso de privatización-corrupción, las instituciones públicas nacionales comenzaron a ser intervenidas y administradas por la cooperación externa. El crédito internacional seguía haciendo estragos en nuestras débiles economías, los intereses de la deuda y su cancelación superaban los montos del capital adelantado, el grueso de la ayuda al desarrollo llegaba bajo la figura de nuevos préstamos y priorizaba el pago de la deuda externa, y las donaciones empezaron a llegar como donación en especies o en servicios con el fin de favorecer la realización del capital metropolitano en nuestros países. La burguesía nacional se refugió en la planilla del Estado, en el tráfico de influencia, la hipoteca como mecanismo para vender sus propiedades y en el rescate bancario, abultando así nuestra deuda pública interna.
Las instituciones financieras internacionales (IFIS) decidieron hacerse cargo de las finanzas públicas de los gobiernos nacionales. El Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), impusieron lo que ellos llamaron el ajuste estructural por medio del cual regularon la vida económica de los países del tercer mundo a favor de las empresas trasnacionales.
A su vez la cooperación externa (crédito más donaciones) intervino los ministerios públicos de los países receptores, a través de proyectos dirigidos y administrados por las diferentes agencias de los países desarrollados. Llegó un momento en que la mayor parte del presupuesto de cada uno de los ministerios estaba en manos de la cooperación: los directores de esos proyectos, los vehículos, los equipos, los programas, los desembolsos, prácticamente todo. Incluso se orientó a los ministerios que para sobrevivir se dedicaran a vender servicios al mejor postor, el que casi siempre resultaba ser la gran empresa privada.
Todo un andamiaje jurídico administrativo terminó de paralizar el quehacer público de los gobiernos nacionales. Los ministerios se convirtieron en administradores del capital privado y de nuevas agencias no gubernamentales. Es Estado se fue reduciendo prácticamente a su mínima expresión: un aparato impositivo encargado de cobrar impuestos indirectos para pagar el servicio de la deuda externa-interna y las fuerzas policiales para combatir el terrorismo, el narcotráfico, la delincuencia y regular la migración.
El Estado y la sociedad civil
Una vez que el gobierno fue desprovisto de las funciones nacionales, los organismos internacionales continuaron el debilitamiento del gobierno central a través de la descentralización o traslado de funciones hacia los gobiernos municipales, aunque no necesariamente del presupuesto. Simultáneamente decidieron que la ejecución del presupuesto público que todavía quedaba en manos del gobierno se ejecutara a través de agencias privadas, tales como empresas, organizaciones llamadas sin fines de lucro y otras agencias. A los organismos de la sociedad civil se les asignó diversas funciones, entre ellas la de ser proveedoras de servicios del Estado (estudios, consultorías, venta de bienes, ejecución de proyectos) o directamente de la cooperación internacional.
En el caso de América Latina más de 50,000 profesionales con mucha sensibilidad social y larga experiencia en la lucha popular, se convirtieron en asalariados de la cooperación y fueron cooptados por sus propios mensajes. Muchos organismos no gubernamentales con especialidades propias adquirieron cierta beligerancia: medio ambiente, violencia sexual, participación ciudadana y otras banderas vinculadas a los derechos humanos, lo que permitió el fomento de nuevos derechos a favor de la población.
A lo largo de estos últimas décadas el rol original de los ONGs ha venido disipándose y orientándose y/o reconvirtiéndose en función de los nuevos mandatos.
a) El primer mandato que la cooperación internacional confirió a los nuevos sujetos de la sociedad civil fue servir de colchón amortiguador frente a los estragos causados por la privatización de los servicios públicos. Acción necesaria ciertamente, llevada a cabo con ahínco y abnegación, tanto por parte de los responsables nacionales como del personal externo, ambos con mucha militancia política a favor de los derechos humanos.
Se formaron ONG de educación dedicados a la alfabetización. Acción noble individualmente, pero con poco impacto social. Por ejemplo, se alfabetizaba a 100 iletrados, mientras el sistema capitalista generaba 1000 iletrados en el mismo período, simultáneamente el presupuesto de educación disminuía en un 50%. Y lo mismo pasaba con la salud y otros servicios públicos en proceso de desmantelamiento.
b) El segundo mandato fue de recoger los excedentes de la economía popular a través de lo que se ha dado en llamar el sistema de microcrédito. A partir de un momento y cuando ya la privatización caminaba por sí sola, se dijo que los ONGs tenían que ser autosostenibles y que la mejor forma de autosostenibilidad era que se dedicaran a incrementar el capital adelantado por la cooperación internacional a través de préstamos de corto plazo. Pocos pudieron resistirse y muchos no sobrevivieron.
Las microfinanzas harían el trabajo que los bancos tradicionales no podían seguir haciendo. Las tasas de interés oscilaban entre el 20% y 60% de los préstamos que las microfinancieras entregaban a los pequeños productores, sobre todo a pequeños comerciantes y pequeños consumidores. Decenas de miles de millones de dólares destinados por el capital internacional a los pobres del tercer mundo comenzaron a incrementar la fuente occidental de dichos fondos. Por supuesto que los productores empobrecidos necesitaban esos recursos, pues los gobiernos dejaron de prestarle dinero; sin embargo, por cada uno que progresaba habían diez que eran embargados o entraban en un proceso de descapitalización (usualmente sus actividades no son rentables y menos que lo sean si tienen que pagar un porcentaje en concepto de tasa de interés).
El sector más vulnerable fue el productivo, pues a lo largo de todo este tiempo y en parte por la carga de los intereses han venido descapitalizándose. Paulatinamente, los créditos se orientaron principalmente al comercio y al consumo, aprovechando el flujo de las remesas familiares que llega al bolsillo de los pobres.
c) El tercer mandato orientaba dedicarse a consultorías, estudios, incidencia y cabildeo, que el capital extranjero necesitaba, tanto para facilitar la privatización como para introyectar nuevos valores, generalmente desde la óptica neoliberal. Se decidió jubilar la cosa pública estatal y sustituirla por una nueva forma de operar lo público. Lo privado o semiprivado disputaba y se convertía en la nueva cosa pública. El nuevo ciudadano se convertiría en el consumidor del mercado y en su célula más preciada. Se recomendó sustituir las protestas por propuestas y otras cosas más.
Los medios de comunicación de la derecha abrieron sus páginas, pantallas y micrófonos a los intelectuales escogidos como notables y representantes de la sociedad civil. La ofensiva contra lo público cabalgaba sobre las críticas al quehacer de los gobiernos. Mientras más se debilitaba el gobierno más se ensañaban en el desmantelamiento del Estado Nación. Los principales cuadros profesionales de los ONGs fueron cooptados por los nuevos partidos de la derecha neoliberal, los mismos abandonaron su independencia original y algunos de ellos empezaron a militar en las nuevas organizaciones cívico-políticas de corte neoliberal.
El Frente Sandinista y la recuperación del Estado nacional
Últimamente, se observa un gran movimiento latinoamericano representado por líderes nacionalistas que han accedido a los diferentes espacios de poder, entre ellos la presidencia, el poder judicial-legislativo-electoral, los gobiernos municipales, desde donde se proponen y están logrando revertir el proceso de privatización y de injerencismo. Situación que se facilita a partir de la llamada declaración de París (marzo, 2005) donde cerca de 200 países y organizaciones internacionales deciden alinear la cooperación, es decir, ajustarse a los principios, estrategias y procedimientos escogidos por los países que reciben la cooperación.
El caso de Nicaragua es bien paradigmático por ser un país donde el proceso descrito anteriormente aparece con rasgos muy pronunciados, al interior del cual tuvimos una dictadura (el somocismo), una revolución (sandinista), una restauración (neoliberal) y últimamente una recuperación del poder por parte del FSLN.
El FSLN es una organización que tiene en su haber una victoria revolucionaria en 1979 contra la dictadura somocista, una victoria militar en 1989 frente a las fuerzas contrarrevolucionarias apoyadas por el imperialismo norteamericano, una derrota electoral en el año de 1990 seguida de una gran ofensiva restauradora y neoliberal, una victoria política presidencial en 2006 contra todas las fuerzas que en bloque adversan al Frente Sandinista, desde la embajada norteamericana hasta el Movimiento de Renovación Sandinista, pasando por el partido de la vieja oligarquía conservadora y por los restos de los partidos liberales.
La restauración contrarrevolucionaria y neoliberal (1989-2006) facilitó en Nicaragua todo el proceso de privatización. Combatir al FSLN sirvió para legitimar la ofensiva neoliberal. El discurso de la nueva derecha coincidía plenamente con el discurso renovado de una parte de la vieja izquierda que hoy priorizaba la democratización del sistema por encima de las reivindicaciones en torno a la justicia social. La privatización llevó la corrupción a los niveles más insospechados. Los gobiernos extranjeros fueron muy complacientes con los gobiernos neoliberales y la corrupción gubernamental sólo fue señalada para aquellos grupos liberales que entablaron acuerdos parlamentarios con el Frente Sandinista, teniendo como denominador común el enfrentamiento político contra la vieja oligarquía conservadora y pro-norteamericana.
A finales del año 2006 y comienzos del 2007 el Frente Sandinista y sus aliados toman el poder y comienza una serie de medidas de política económica y social encaminadas a restituir el Estado Nacional. El gobierno sandinista de Reconciliación y Unidad Nacional concentra sus objetivos en la lucha contra el hambre y la pobreza. El nuevo gobierno decide revertir la privatización del Estado y renacionalizar en la medida de lo posible los servicios de energía, salud, educación y agua; recuperar las instituciones públicas bajo una cierta contradicción con la comunidad internacional; subsidiar a los usuarios del transporte público; eliminar los megasalarios del gobierno y otras medidas de austeridad; iniciar una ofensiva para mejorar los caminos de penetración abandonados durante 16 años de gobiernos neoliberales; arreciar la campaña de alfabetización y de vacunación masiva; desencadenar una cruzada para erradicar la pobreza, comenzando con el sector más empobrecido como es el campo, iniciando tal cruzada con el programa Hambre Cero, por medio del cual se prioriza y se capitaliza en especie al campesinado y a la mujer rural como sujetos del desarrollo agropecuario y agroindustrial.
A nivel político se mantiene un programa de reconciliación y unidad nacional, a través de alianzas con fuerzas menos entreguistas o más nacionalistas (liberales, excombatientes de la Resistencia (los Contras) y la iglesia católica), entre otras medidas. En el plano internacional se fortalecen las alianzas con Cuba, Venezuela y otros países africanos y asiáticos del Sur y se insta a los gobiernos centroamericanos y caribeños a unirse frente al neoliberalismo y frente a las políticas imperiales aún activas sobre nuestros países.
Para un partido como el Frente Sandinista con vocación socialista, la situación es muy compleja y contradictoria. Ocupa la presidencia y es el partido con mayores simpatizantes políticos en Nicaragua, sin embargo, es todavía una minoría en el resto de los poderes del Estado y frente a toda la oposición que procura juntarse y adversarlo conjuntamente. Este partido, hoy en el poder, tiene que administrar un país donde la economía capitalista es la economía dominante y debe gobernar una sociedad donde los valores hegemónicos son los valores liberales y neoliberales. Su estrategia implica defender las medidas revolucionarias del gobierno y funcionar como un partido de oposición al sistema capitalista imperante.
La lucha ideológica y la división de la sociedad civil
La lucha ideológica se expresa en los diferentes campos de batalla, siendo uno de los más importantes el mundo de la sociedad civil. Entendemos por sociedad civil la función de disputar la hegemonía, así como los organismos que participan activamente en dicha disputa, particularmente los medios de comunicación y los ONGs, aunque para otros análisis habría que incluir los más tradicionales como las iglesias y otros grupos ideológicos de presión política.
Actuando más beligerantemente en la vida política y tal como se ha señalado apareció en Nicaragua un destacamento y una tendencia cuyos representantes fueron definidos por los medios del comunicación como notables, los cuales fueron considerados los legítimos representantes de la sociedad civil. En el discurso de estos notables apareció la ética como un discurso para descalificar, desprestigiar y satanizar al adversario político, principalmente a los lideres de partidos y organizaciones que todavía insistían en luchar contra el orden establecido. La ética se convirtió en la nueva moral del nuevo régimen social. Todos los “ismos” fueron exiliados menos el real-ismo del capitalismo salvaje. Gobernabilidad era gobernabilidad del neoliberalismo y del capitalismo globalizado. Mientras los nuevos líderes e intelectuales tronaban contra los que se enfrentaban a la nueva etapa del capitalismo colonial, dejaban intacto e impoluto los estragos más salvajes de las corporaciones transnacionales. Nuestros intelectuales y periodistas aparecían muy valientes contra la clase política que se empeñaba en resucitar al Estado Nacional, pero muy sumisos contra la clase económica.
A medida que las contradicciones políticas, económicas y sociales arreciaban la sociedad civil se fue dividiendo hasta conformar tres grupos cívico-políticos cada vez más diferenciados. Un grupo llamado Movimiento por Nicaragua manifiestamente afiliado a la oligarquía conservadora y a sus organizaciones partidarias (ALN-PC), muy minoritario en afiliados, pero con cuadros muy influyentes en los medios de comunicación. Un grupo llamado Coordinadora Civil compuesto en su mayoría por ONGs, cuyos dirigentes principales se inclinan cada vez más hacia las posiciones del partido político Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) con un discurso anti-FSLN, aunque gran parte de sus bases territoriales todavía militan en el Frente Sandinista. Un tercer grupo llamado Coordinadora Social compuesto en su mayoría por movimientos sociales, gremios y sindicatos, manifiestamente cercanos al Frente Sandinista.
En el diagrama siguiente ofrecemos una referencia ideológica de las organizaciones involucradas en la lucha cívico-política. Por supuesto que esta clasificación es apenas una referencia que indica la tendencia ideológica, pues no necesariamente existe una adhesión ideológica absoluta.

Intereses ideológicos Afiliación cívica de los dirigentes Partido político
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Neoliberalismo Movimiento por Nicaragua ALN-Partido Conservador
Institucionalidad heredada Coordinadora Civil MRS
Justicia Social Coordinadora Social FSLN
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El Partido Liberal Constitucionalista (PLC), desprendido del viejo partido somocista, no aparece en el diagrama, pues sus organizaciones de base no tienen una representación en redes cívico-políticas y prácticamente han desaparecido, nos referimos a las Juntas Comunitarias de Obras y Progreso (JCOPs).
Gran parte de la lucha ideológica se dirime en los espacios mediáticos y está escenificada no solamente por los partidos políticos, sino por los dirigentes de las tres organizaciones cívicas señaladas, las que expresan claramente intereses sociales e ideológicos diferentes. En estas circunstancias y dada la importancia estratégica para mejorar la correlación de fuerzas, el Frente Sandinista se dispone hoy a redoblar la lucha ideológica, enfrentando una oposición que controla los medios de comunicación y cuyos valores ejercen una gran influencia en gran parte de la población nicaragüense. Para el Frente Sandinista, el principal campo de batalla ideológico, en el seno de la población, serán los Consejos de Poder Ciudadano, escenario donde la gente tendrá la posibilidad de cuestionar el sistema neoliberal heredado y acceder a una escuela política que todo este tiempo le ha faltado, siendo desde ahora el proyecto más adversado por todas las otras fuerzas que disputan la hegemonía social.

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